Andorra ha votado el cambio este fin de semana. Es un cambio profundo. Lo es por la renovación del partido en el Gobierno, que por primera vez será de centroizquierda. Y también porque ese proceso político coincide con una etapa en la que ese pequeño país pirenaico debe afrontar importantes modificaciones estructurales en su legislación fiscal. El ultimátum del G-20 a los paraísos fiscales y las presiones del presidente francés, Nicolas Sarkozy, a su vez copríncipe andorrano, obligan a cambiar las leyes para adaptar el vigente secreto bancario a las exigencias de la Organización de CooperaciónyDesarrollo Económico (OCDE).
Consciente de la dificultad del reto que debe afrontar Andorra, el líder del Partido Socialdemócrata, Jaume Bartomeu, claro vencedor de las elecciones, ha hecho bien en expresar su voluntad de lograr un gran pacto nacional, al estilo de los históricos pactos de la Moncloa españoles, para afrontar la nueva etapa. Ese es el camino correcto para integrar todas las sensibilidades andorranas en la definición del nuevo marco fiscalyeconómico del país, así como para definir y concretar el encaje de la nueva Andorra en la Unión Europea, con quien el futuro nuevo presidente aspira a sellar un acuerdo de colaboración.